
PLUMA EN RISTRE
ARDERÁ LA CALLE/
Santiago Delgado
Todo esto es la consecuencia de haber convencido a los votantes de la maldad intrínseca del bipartidismo.

Santiago Delgado
Es una frase bien leída y escuchada estos días,
en boca de izquierdistas varios. Si gana la derecha, arderá la calle. El poder
sólo puede ser de ellos, de la Izquierda engullida por la ultraizquierda. Sólo
hay ultraizquierda ya. La ultraizquierda sólo pacta desde el principio "todo el
poder para los soviets", que decía cuando el 17 en Moscú. El Socialismo es la
enfermedad infantil del Comunismo, y su destino es desaparecer, diluirse en el
Comunismo. ¿Y de la derecha? Ay de la derecha. La derecha, ni se diluye, ni
nada, en el Comunismo: extinción vía "hacer arder la calle". ¿Estamos en lo que
es?
Todo esto es la consecuencia de haber convencido a los votantes de la maldad intrínseca del bipartidismo. La alternancia política, piensa la Ultraizquierda, es perniciosa en sí misma. El ultraizquierdista que entrega el poder por el mero hecho de haber perdido unas elecciones se convierte automáticamente, en un señor de derechas. La alternancia, en los términos temporales que marque la variación ideológica de la sociedad, es algo anatema para la Ultraizquierda, la única que existe.
Y, naturalmente, que antes de hacer arder la calle, hay que evitar, por todos los medios, que suceda lo de perder las elecciones. Una sociedad que impone en las urnas el apartamiento del poder de la Ultraizquierda, es una sociedad equivocada, enferma, que necesita la medicina de la calle ardiendo. ¿Queda claro? Por ahora, en la experiencia mundial, ninguna votación ha desalojado del poder a la Ultraizquierda.

Los felipistas, ¿qué se hicieron?, aquéllos que, a la vez, eran juancarlistas, abandonando viejas y rancias adscripciones ideológicas como monárquicos y socialistas. Ésos son los que hicieron, hicimos, avanzar a España más que nunca en la Historia. Repito: más que nunca en la Historia. La Ultraizquierda, en realidad, sólo quiere lograr que sus dirigentes sigan en la Nomenklatura, cobrando sueldazos y perpetuándose mediante cambios constitucionales, en el poder. ¿Qué más da ser pobres, sustentados por el Estado de Partido Único, si no ha ganado la derecha, si la derecha ya nunca volverá a estar en el Consejo de Ministros? Ése es el criterio de felicidad que la Ultraizquierda -la única que hay, repito- ha impuesto, vía lavado de cerebro, a la población adicta el siguiente dogma: si no gobierna la derecha, ya hay motivo para ser felices directamente, por encima de pequeñeces burguesas como la libertad y la prosperidad. Bendita sea la pobreza colectiva, si no gobierna la derecha. ¡Viva la pobreza comunista! Frase, perfectamente hermana de aquella "¡Viva las Caenas!", de los pobres absolutistas de cuando Fernando VII. Los extremos, no es que se toquen, es que son lo mismo.
Pero, para llegar a esa felicidad, de la pobreza colectiva, hay que hacer arder las calles. ¿lo pillan?
Santiago Delgado